jueves, 7 de abril de 2016

Consumidores consumidos



Por todos los medios y redes sociales está aconteciendo hoy un bombardeo de invitaciones a participar del "Boicot a Supermercados", y si bien me parece bien la organización pacífica colectiva de expresar el descontento con el aumento de precios, no puedo evitar pensar ¿realmente servirán los boicots a grandes Cadenas de Supermercados y Petroleras que esporádicamente se realizan, si al otro día acudimos a los mismos lugares a consumir el doble? Porque, a mi manera de ver, si todos hacemos mucho mucho silencio, casi que podríamos escuchar cómo la bolas del "Don Coto" y "Don Carrefour" se ríen a carcajadas...

Probablemente serviría más si todos tuviéramos conciencia sobre nuestra conducta como consumidores y reaccionáramos conforme los cambios se van dando. La realidad es que los argentinos estamos tan acostumbrados a que nos metan las manos en los bolsillos (el Gobierno, los vendedores, los productores, las instituciones y demás) que ya lo tomamos con naturalidad, aunque cada tanto reaccionemos y queremos hacernos escuchar. Pero somos todos, tanto consumidores como productores y vendedores los que, en principio, estamos "malcriados". Los vendedores nos aumentan los precios, y ¿qué hacemos? Nos quejamos, pataleamos, rezongamos, creamos mil estados de Facebook para demostrar nuestra gran desconformidad, ocupamos tardes enteras de charlas en nuestros trabajos y familias hablando de ello... pero vamos, y compramos igual. ¡Ah, sí, pero con el ceño bien fruncido!

No compraremos en Supermercados, ok, pero compramos en el almacén del barrio. ¿Algo cambia?

Lo ideal, sería que a medida que un producto en particular incremente su precio de manera injustificada, nosotros como consumidores elijamos abstenernos de su consumo y optar en su lugar algún tipo de bien sustituto. Y suena utópico, y hasta irreal. Pero tan sólo imaginen que todos nos pusiéramos de acuerdo y lo hiciéramos, ¿cuánto tiempo creen que tardaría el productor o vendedor en adecuar un precio abusivo ante la escasez de la demanda y sobre todo, cuando se trate de bienes perecederos? 

Y lo que me llama la atención, por sobre todo, es la pasividad con la que esperamos sentados a que "alguien haga algo". Y con ésto no estoy diciendo que la culpa de los precios es nuestra aclaración que creo necesaria, ya que nunca falta el idiota que interpreta lo que quiere, pero que todavía conservamos algunas armas para no dejarnos boludear...


lunes, 4 de abril de 2016

El mayor problema de la Argentina: los Argentinos.

"Estos políticos son todos unos hijos de puta mentirosos" - Mabel, 48 años. Es empleada pública. Tramitó una licencia por enfermedad, pero no está enferma.
"Son todos unos corruptos del orto" - Pedro, 42 años. Acaba de coimear a un policía de tránsito porque tenía vencido el Carnet de Conducir.
"Se cagan en la gente, les importamos una mierda" - Alicia, 37 años. Tiene una empleada doméstica del interior, a la que paga poco, y no tiene registrada en blanco.
"Lo que pasa es que nadie hace nada, y los que tienen que controlar, miran para otro lado" - Javier, 25 años. Zafó de que le hagan un control de alcoholemia, a pesar que venía en estado de total ebriedad, porque es hijo de un reconocido funcionario.
"Éstos hijos de puta hacen lo que quieren con nuestra guita" - Aldo, 45 años. Tiene un arreglo con un proveedor para que le reduzca los precios a cambio de no tener que facturarle.

Vamos, chicos. La corrupción empieza desde abajo.
Cualquier similitud con la realidad, es adrede.

domingo, 3 de abril de 2016

Like strangers

Últimamente adolescentes y niños tienen acceso a Dispositivos y Smartphones, y consecuentemente ello, a Redes Sociales e información, cada vez a más temprana edad. Sus padres aducen que los tiempos cambiaron, que se sienten más seguros si se encuentran permanentemente comunicados con ellos, y que no significa "la gran cosa" en la modernidad en la que hoy vivimos. Y si bien es cierto que esta es una herramienta que nos permite un sin fin de funciones y comodidades de las que antes no disponíamos, pareciera ser denominador común que la gran mayoría olvida lo inmensamente abarcativo que puede ser el mundo que nos ofrece Internet.

Recientemente, me he topado con varios casos de jóvenes mujeres que denuncian diversos tipos de acosos de personas que ni siquiera conocen, y que no tienen forma de reconocer. Adolescentes entradas en pánico por no saber si quien las habla está realmente observándolas o no, si saben dónde viven, o qué datos certeros conocen de ellas. Y su miedo es entendible, porque ¿cómo se combate a un enemigo sin rostro?


No subas tus fotos a las redes sociales, mira donde pueden acabar


Y si bien el hecho de compartir cierta información personal no le da derecho a alguien a usarla con fines extorsivos y/o amenazantes, no hay que perder de vista que nunca sabemos quiénes nos están observando del otro lado

Compartir nuestras vivencias, nuestras experiencias, y nuestros pensamientos con el Mundo, y que el mundo "nos conteste" y corresponda mediante un "like" o un comentario de aliento o adhesión, parece una idea sumamente atractiva. Mostrar nuestro cuerpo, nuestras pertenencias, y nuestra forma de vida, en búsqueda de aprobación, también pareciera serlo. Como si una publicación "exitosa" nos abriera un cupo en una sociedad donde un "distinto" difícilmente consiga encajar. Como si la cantidad de seguidores o likes fuera determinativo de Amistad, y no de Popularidad...


En los principios, las personas experimentaban un acontecimiento que consideraban importante y decidían compartirlo en las Redes. De un tiempo a esta parte, las personas pareciera que viven cosas para poder subirlas a Facebook.

Me pasó que después de mucho inventar excusas para no asistir (mi espíritu ermitaño suele ser más fuerte que mis ganas de quedar bien con alguien), finalmente accedí a juntarme con un grupo de amigas que no veía desde hacía mucho tiempo. Llegado el momento en que la comida estaba lista, alguien propone "una selfie" para retratar el acontecimiento. Se acomodan las personas y los elementos sobre la mesa, para que quede todo bien vistoso, y se procede a sacar la tan ansiada foto. Filtro va, filtro viene, subidas y etiquetas, la foto se sube a no menos de 3 redes sociales. "#ConEllas #Reencuentro #Amarlas". Comentario va, comentario viene. Todas en la misma sala, en el ansiado encuentro, dialogando entre sí a través de una Red Social... cuando se tenían a "una levantada de cabeza" de distancia. Pensé, ¿nos juntamos para vernos, o para que los demás vean que nos juntamos?

Y en la carrera de ser más, en la carrera de quiénes consiguen más likes, favs, matchs, o lo que fuera, perdemos la objetividad de pensar en qué cosas estamos compartiendo y con quiénes. Aceptamos a tal porque sabemos que es el primo del hijo del vecino, a quién no conocemos realmente, pero ¿qué puede salir mal? Agregamos a tal porque "nos pareció lindo/a" y queremos saber qué hace de su vida. Y así vamos, por la vida, aceptando subjetivamente a gente que no conocemos, y que ni siquiera sabemos si son personas reales o imbéciles malintencionados detrás de un monitor, sin tener noción alguna del peligro latente que ello pueda implicar.

¿Se pusieron a pensar en cuántos hábitos y datos de nuestra vida cotidiana compartimos con quienes NO conocemos? ¿Se pusieron a pensar en cuántas personas que no conocemos podrían encontrarnos hoy en día, si se lo propusieran, en base a los datos que nosotros mismos les ofrecemos? ¿En qué momento nuestra integridad física y emocional pasó a ser menos importante que un like

Porque se puede disfrutar de una Red Social compartiendo infinidad de contenidos sin involucrar nuestra intimidad. Porque está en nosotros elegir qué compartimos con cualquier persona y qué con amigos, sencillamente configurando debidamente nuestra privacidad. Porque no importa que éstas cosas no debieran pasar, o cuánto creamos que a nosotros no nos va a tocar; éstas cosas pasan, y más vale prevenirlas que lamentarlas. Porque está en los padres hacer tomar conciencia a sus hijos de los peligros que corren ante gente corrompida y enferma que abusa de su ingenuidad. Porque el precio de no hacerlo, puede ser nuestra tranquilidad. Y sobre todo, nuestra seguridad.