domingo, 20 de marzo de 2016

Victimarios en el espejo

Estoy cansada de que hagan pasar por víctima al victimario. Estoy cansada de que la gente justifique la comisión de todos sus actos maliciosos con que "así los hizo la vida". Como si uno no eligiera. Como si no se barajara otra opción. Como si fueran presos en una cárcel donde las puertas nunca estuvieron cerradas...

Como si el nacer en una situación desprestigiada justificara que decidas salir a matar. Como si el haber sufrido mucho en la vida te diera derecho a tratar mal a quienes te circundan. Como si el sufrimiento que alguna vez sentiste te diera derecho a salir a buscar dañar a otros, para que vean lo que se siente. Como si la mala vida de uno otorgara un crédito a favor para obrar mal en la proximidad...

Y entiendo, y lamento por todas las veces que alguien la pasó mal. Todos tenemos problemas. No importa quién o qué seas, ni el estrato social en el que te mantengas. No es algo que alguien desee. Y sin embargo, las cosas pasan. Y siempre está en uno decidir usar lo malo como un sofá, y dormir para siempre en la sombra de "las injusticias de la vida", o en usar todo eso como un propulsor para aprender y salir adelante.
O acabar todos los problemas con un "la vida me hizo así". O terminar todas las conversaciones con un "soy así y no puedo cambiar" por respuesta.

¡Qué dolorosamente cómoda resulta la victimización!

Y la vida a veces es injusta, sí. Otras veces, hasta llega a ser cruel...
Pero es preciso entender que los demás no tienen la culpa. Que, incluso, si pudieran ayudar a que así no sea, probablemente lo harían.
 
¿Y nosotros? ¿Hasta cuándo vamos a asumir en primera persona las ofensas de los demás sólo porque éstos acarrean con un pasado férreo? ¿Hasta cuándo vamos a ser receptores de sus miserias sólo porque alguien no tenga un problema resuelto? Porque la diferencia entre tener especial paciencia y tolerancia por miedos o traumas que puedan existir, a hacerse cargo de algo que no te atañe y por lo que no mediamos culpa, es ínfima y sumamente confusa... pero sobre todo, mortificadora.

Y es que al fin y al cabo, debemos dejar de concebir que somos lo que la Vida nos hace, para entender que, en cambio, somos lo que hacemos con lo que la Vida nos da...