domingo, 10 de junio de 2018

Bitácoras de alguien que estaba en contra del aborto y ya no.

   Probablemente muchas de las personas que me conozcan lo sepan, pero a los que lo ignoraban y a los que llegaron acá de casualidad les cuento, que hasta no hace mucho yo estaba fervientemente en contra del aborto. Pensaba, seguramente como muchos de ustedes, que no era necesario, que era extremista, que era libertino, que era inmoral. Pero por sobre todo, que era perfectamente evitable. Que bastaba con mejorar la calidad de la educación para poder "atajar" el problema antes de llegar a discutir ésto.
   Pero como pasa siempre que hay personas en el medio, a veces no todo es blanco o negro. El problema son los grises. El "ok, genial, educamos. ¿Y mientras tanto?". Y mientras tanto... "¿Y si a una chica la violan, ¿por qué tiene que pasar por eso y ver todos los días el rostro que le recuerda aquél horrible momento?". "¿Y si se trata de una niña, o una persona con discapacidad?". Porque negar estas variantes y hacer caso omiso por la tosudez de mantener la regla general sería prácticamente empardar con la necedad. Ahora es el momento en que todos los que están poco convencidos saltan con el versito, casi de memoria, del "pero en la Argentina el aborto no punible es legal, regulado en la ley tanto tanto artículo tanto tanto y dice que tal cosa tal otra". Sí, dale. ¿Acaso nadie sabe en qué país vivimos y lo difícil que es probar algo con los tiempos que maneja la Justicia..?
   Pero así y todo supongamos que atamos con alambre la delicadeza de éstos temas y decidimos tapar el sol con los dedos y emparchar las grietas del problema de la mano de la tan magnífica e inalcanzable herramienta de la adopción... ¿dónde queda la voluntad de la persona que fue vilmente violentada, en cuerpo y en espíritu? ¿no tuvo voz para elegir mantener una relación sexual, tampoco la tiene para decidir sobre su (ahora nuevo) cuerpo, ni sobre la vida que prosigue a continuación? Porque, seamos honestos, los peores prejuicios siempre recaen sobre las mujeres: que si la pollera estaba muy cortita que se joda por puta, que si cogió sin cuidarse es una imbécil, que si no quiere tener hijos es indigna como mujer, que si los tiene igual por obligación pero no los quiere es una insensible, que si los da en adopción es una desalmada... 
¿Notaron, a todo esto, que sea que elija criarlo, abortarlo, o darlo en adopción, siempre se juzga con muchísima dureza a la madre del bebé, pero nunca se trae a colación al padre que también tuvo incidencia en el acto que lo provocó..? ¿Se preguntaron por qué?  
   Pero salgamos del contexto extremo del sexo no consentido y vayamos a un escenario normal. O lo que debería serlo. Pienso que tenemos tan instalado el chip de que somos potenciales paridoras que nos olvidamos que alguien podría elegir no serlo, y no por eso tiene que estar mal. No querer ser madres por no encontrarse en la condición económica y/o emocional necesaria para afrontarlo no sólo no me parece un acto repulsivo, sino hasta un acto de entera humanidad por parte de la progenitora. Incluso cuando ella haya tenido relaciones sexuales consentidas. ¿Alguna vez se sentaron a conversar con algún niño que siente que en su casa no lo quieren?


    Es cierto que quienes llevan la peores consecuencias en caso de una concepción no deseada es en general la mujer (obviando, claramente el riesgo de transmisión de enfermedades, que puede ser una consecuencia mucho más grave a la anterior y donde el riesgo es bidireccional) y que de hecho es quien más cuidado lleva habitualmente en la anticoncepción. Pero basta con leer y escuchar un poco los comentarios de la gente para darse cuenta que a aquellos que están en contra del aborto lo primero que se les cruza la cabeza es "esta puta irresponsable no se cuidó, ahora que se cague". Sí, seguramente haya muchos casos de embarazos que fueron consecuencia de descuidos, o de cuidados no efectivos. Vamos... el que nunca haya tenido sexo sin cuidarse por calentura, al menos un rato, que tire la primera piedra.. y todos sabemos que eso está mal... Pero también hay muchos casos en los que no.

   Tuve la suerte de nacer y crecer en un contexto en el que la educación nunca me faltó. Fui a un colegio religioso, por lo tanto la educación sexual que recibí fue escueta y sesgada. Cosa que no descubrí hasta que fui más grande y me fui informando por mis propios medios -porque hasta eso, uno suele pensar que se las sabe todas-. Educación en la que nunca mencionaron la diversidad, ni los riesgos de los métodos anticonceptivos, ni el consentimiento. Tuve la suerte de tener una buena obra social y una atención con los médicos más renombrados de todas las cartillas. Profesionales de la salud que jamás (desconozco si por sus creencias o por qué motivo), cuando me presentaba a recibir algún tipo de atención médica me advirtieron sobre los efectos de los medicamentos recetados sobre los de los anticonceptivos, la pérdida o no de eficacia ante cuadros de vómitos, diarreas, o demás cuadros que dificultaban la correcta absorción. Como probablemente también les haya pasado. Las invito a hacer memoria...

   Pensé entonces en todas las veces que siendo chica pude haber quedado embarazada, no por no cuidarme, sino por ignorancia. Pensé en todas las cosas que podría haber sentido, en todo el miedo que me hubiera invadido, en toda la incertidumbre que hubiera padecido. Pensé que aún hoy, habiendo concluído mis estudios universitarios tengo mucho camino que recorrer antes de llegar a donde quiero para estar cómoda, ¿cómo me hubiera encontrado un hijo años atrás, con todos los anhelos a cuestas y sin poder mantener ni siquiera la estabilidad económica ni emocional? Pensé en mi amiga, quien fue madre joven después de haber sido abandonada por su familia (por la deshonra de haber incumplido los designios de Dios sobre el matrimonio) y por su pareja (por miedo a afrontar la situación), y quien ahora adora a su hija, pero que no hay día que no recuerde que tuvo que dejar atrás sus sueños para poder atender a alguien que ahora iba a necesitar de ella para siempre. Pensé en mi hermana, que tiene un hijo hermoso que nació fuerte y lleno de amor porque nuestros papás y su pareja se pusieron la situación al hombro a pesar de haber llegado mucho antes de lo planeado. Me pregunto, además de los miedos que seguramente también sintió ante la incertidumbre y el prejuicio a pesar de eso, y en cómo se hubiera sentido si todo eso no pasaba como pasó. Si no hubiera contado con tanto apoyo, con tanta contención. Me pregunto a quién abrazarán esas chicas que no tienen a nadie con quién compartir todas esas angustias. Me pregunto cómo se sobrevive a todo eso estando sola...
Entonces la variante de la puta que salió a coger y no se cuidó un poco se desdibuja proyectando al menos un par de minutos de empatía...


   Solía pensar que el embarazo era la consecuencia de no haberse cuidado, y que ahora iban a tener que hacerse cargo de su error. ¡Como si fuera justo para una persona ser considerada un error! Y si bien considero que siempre uno debe responder por sus actos, me puse a hacer algunas analogías, y un poco mejor lo pude entender. ¿Qué tan distinta es una mujer que, -llevemoslo a los extremos que tanto les gustan- quedó embarazada por no cuidarse de un hombre que choca en moto y tiene un accidente porque no siguió las normas de tránsito o no llevaba la protección adecuada? ¿Acaso cuando un hombre llega a una guardia por una avanzado cáncer de pulmón se ponen a juzgarlo y decirle que pague las consecuencias de sus actos por haber sido tantos años adicto al cigarrillo, o se intenta ayudarlo a que viva una vida mejor? ¿Acaso en alguno de los otros dos casos es más importante repartir las culpas que solucionar el problema que los aqueja, como pasa en el pedido de la interrupción de la gestación?
   Entonces entendí que la severidad del prejuicio viene de la mano de la relación sexual, que sólo puede discutirse si te opusiste (violación); pero si lo disfrutaste, te lo tenés que bancar. Del mismo modo que el motociclista disfrutó de la adenalina de andar a toda velocidad sin casco, o que el fumador disfrutó de la nicotina en sus venas... pero sin la parte del castigo.
¿Se pusieron a pensar por qué?

   Quienes están en contra del aborto siguen hablando de él como si fuera un trámite. Como si fuera una operación con tarjeta de crédito que realizaste y decidiste cancelar por arrepentimiento. Como si una intervención de esa magnitud no conllevara un insoportable desgaste físico, espiritual y moral. Como si tomar la decisión no fuera ya lo suficientemente difícil en el entorno del miedo, la duda, la incertidumbre, la culpa, la indiferencia y el silencio. Miedo de las consecuencias de llevar a cabo el procedimiento en esas condiciones. Duda de estar haciendo lo correcto. Incertidumbre de lo que pueda pasar con su vida y con su cuerpo en un futuro, de perder la posibilidad de decidir ser madre en el futuro. Culpa de saber que aunque creas que estás haciendo lo correcto la sociedad no va a buscar entenderte sino juzgarte. Indiferencia de quienes hacen oídos sordos a un pedido desesperado de ayuda. Silencio de quienes participan y tienen sus propios negociados en base a ellos. Sentimientos que sólo se magnifican al verse realizados tras el blindaje hermético de la desidia. 
   Porque hoy en día los argumentos que más se usan para intentar convencer de un bando al otro es que muchas mujeres mueren a causa de abortos clandestinos con cifras exorbitantes de las que realmente desconozco su procedencia y credibilidad; pero sobre la que no me quedan dudas que no es la única importante, ya que los trastornos físicos y psicológicos de todas aquellas que lograron sobrevivir al calvario de transitarlo en precarias condiciones también creo que son motivo de salud pública.




   Y para quienes llegaron hasta acá en la discusión sin levantarse e irse ofendidos ante la falta de consenso, los anti aborto o pro nacer (porque no me parece justo llamarlos "pro vida" ya que la continuidad y la dignidad de la vida siguiente al parto no parece ser motivo de importancia) tienen todavía bajo la manga el argumento del "yo no quiero solventar el aborto con mis impuestos". Esa es una declaración de las que más ruido me hace de todos los argumentos. En una sociedad, sobre todo en una tan grande como la de nuestro país, siempre van a haber conceptos en los que se gasten los ingresos públicos y con los que no vas a estar de acuerdo. Sin ir más lejos, miles de argentinos (entre los que me incluyo) no son religiosos, y sin embargo se destinan cifras millonarias del presupuesto público a solventar el culto católico. Nada me gustaría más quienes quieran profesar religión la financien por su cuenta, como hacemos la mayoría de los que queremos participar de algo por nuestra propia voluntad. En su momento también se solventó el Fútbol para Todos y yo ni siquiera tenía TV, de lo poco que me importaba. Pero si de costos quieren hablar, el gasto en el que se incurre por practicar un aborto legal es mucho menor en primer lugar al costo de un parto (sin olvidarnos de los controles pre y pos natales) de una mujer que haya continuado su embarazo por imposición, y en segundo lugar, a los que incurre una mujer que haya concurrido a urgencias por un aborto mal practicado.   

   Hay que partir de la base que a nadie le gustaría practicarse un aborto. Abordar la idea de que abortar será un nuevo método anticonceptivo, es entonces por lo menos absurdo. Porque no creo que la despenalización del aborto sea la contracara de dejar de utilizar métodos anticonceptivos. O no debería. Por eso lo primordial es educar. Educar más y mejor. Porque la educación actual no alcanza, no es suficiente, no es eficaz.
"El VIH no se puede abortar."
   Porque la consigna no es legalizar el aborto en sí, sino "educación sexual para decidir..." primero, porque es lo fundamental, "... anticonceptivos para no abortar..." porque no se asimila el aborto a un método anticonceptivo de ninguna manera, y "aborto legal para no morir.", en último lugar, como último recurso.
   Porque aún con una ley de aborto vigente, muchas mujeres que tuvieran embarazos no deseados tampoco optarían por él. Yo misma no lo haría. Porque la despenalización del aborto no te obliga a abortar; pero la penalización del aborto sí te obliga a parir. Porque puede ser que a vos un hijo te haga inmensamente feliz y eso es hermoso, pero no significa que todas las personas hallen la felicidad en las mismas cosas, y juzgar desde una experiencia personal es precisamente lo que en este contexto no necesitamos. Porque lo que yo aprendí es que abortar o no no se trata de decidir y proclamarte a favor o en contra en base a lo que harías vos, yo, o alguien más; se trata de entender que ésto va mucho más allá de eso, y que negarlo es darle la espalda y condenar al matadero a todas nuestras hermanas que sienten y piensan diferente.




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